Febrero en el olivar: entre el reposo invernal y la preparación para la nueva campaña
- maellesoreau2006
- hace 1 día
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En febrero, el olivar parece aún dormido, pero la naturaleza comienza a despertar suavemente. La luz se vuelve más intensa, los días se alargan y el árbol se prepara lentamente para volver a la vida. Bajo tus pies, los restos de poda se transforman en riqueza para el suelo, alimentando la tierra en silencio. Las lluvias invernales se infiltran profundamente, formando reservas valiosas para la primavera que se avecina. En ese equilibrio sutil entre descanso y preparación, el olivo ya se perfila para una nueva temporada generosa.
Aunque en febrero el olivo aún se encuentra en reposo vegetativo, los signos del cambio ya son evidentes. Las temperaturas comienzan a suavizarse, los días se alargan progresivamente y la luz solar gana intensidad y verticalidad. Estas condiciones ambientales más favorables provocan una activación lenta pero constante del "metabolismo" de la planta, que empieza a prepararse para salir de su letargo invernal. Es un momento clave en el que el olivar, aunque aparentemente tranquilo, se dispone internamente para afrontar una nueva etapa de crecimiento.
Manejo de la poda y retorno de materia orgánica al suelo
Durante este mes, es posible continuar con las labores de poda, que son fundamentales para mantener la estructura productiva del árbol. Sin embargo, no solo se trata de cortar, sino también de saber aprovechar los restos generados. En lugar de desecharlos o quemarlos, una práctica cada vez más extendida y sostenible consiste en triturarlos directamente en la parcela. Las ramas se disponen en una de las calles del olivar y, mediante el uso de trituradoras acopladas al tractor, se reducen a pequeños fragmentos que se devuelven al terreno como cobertura vegetal.
Esta técnica no solo permite gestionar adecuadamente los residuos, sino que también enriquece el suelo con materia orgánica. Al incorporarse al terreno, estos restos mejoran la estructura física del suelo, aumentan su capacidad para retener agua y favorecen la actividad microbiológica, creando un entorno más fértil y vivo para el desarrollo de futuras cosechas.
Cubiertas vegetales: aliadas del ecosistema
A esto se suma la función vital de las cubiertas vegetales sembradas con antelación. Estas no solo protegen el suelo contra la erosión y mejoran su biodiversidad, sino que también actúan como sumideros de carbono. Las plantas que forman estas cubiertas capturan CO₂ de la atmósfera y lo transforman en biomasa, contribuyendo así al equilibrio climático y reforzando la cantidad de materia orgánica disponible. Junto con los restos triturados de poda, constituyen una base excelente para mantener un ecosistema agrícola sano y sostenible.
Importancia de la lluvia invernal
Las lluvias caídas en febrero tienen un valor "estratégico". En esta época del año, la evapotranspiración es baja debido a las temperaturas frías y la escasa actividad de las plantas, lo que favorece una mejor infiltración del agua en el perfil del suelo y la recarga de los acuíferos. Esta reserva hídrica será esencial cuando el olivo se reactive plenamente en primavera, permitiendo un crecimiento vigoroso y sostenido.
Abonado: energía para la reactivación
Febrero también es un momento oportuno para planificar y aplicar el abonado del olivar. Con la humedad en el suelo, los nutrientes tienen mayor facilidad para llegar a las raíces. Es fundamental elegir el tipo de fertilizante adecuado según el momento fenológico. Los abonos de liberación lenta deben aplicarse antes de la plena reactivación de la planta, ya que requieren un tiempo de transformación en el suelo antes de ser absorbidos. Por su parte, los abonos de absorción rápida se reservan para cuando la planta está ya activa, pues actúan casi de inmediato.
Prepararse para la primavera
Todo lo que se hace en febrero es una inversión directa en la salud futura del olivar. La combinación de una poda bien gestionada, la devolución de materia orgánica al suelo, el establecimiento de cubiertas vegetales, el aporte de agua natural y un abonado racional forman un conjunto de acciones esenciales para asegurar un arranque fuerte y equilibrado en la próxima etapa de crecimiento. De esta manera, el olivo tendrá a su disposición todos los recursos necesarios para desarrollar su potencial y ofrecer una producción de alta calidad, en armonía con el medio ambiente.
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